En este momento mucha gente está hablando sobre el Camino en la red, hay una gran división de opiniones, personas muy optimistas que creen que tras esta crisis surgirá algo nuevo y más espiritual y otras, entre las que me alineo, que considero más realistas. En esa línea más realista, pienso que la crisis que estamos viviendo no cambiará demasiado las cosas en el Camino, no habrá una gran renovación, pero sí cambios a un nivel menor que tocarán algunos aspectos esenciales del Camino.

Estoy convencido de que habrá un cambio en las pequeñas cosas, un cambio en lo cotidiano, respecto al alojamiento y, en particular, a los albergues. En realidad, es un cambio que ya se estaba empezando a producir por razones diferentes a las sanitarias.

Lo vemos muy bien en Francia, en lo que parecen reflejar la mayoría de los albergues franceses… Me refiero a que cada vez hay más gente que busca albergues sin grandes dormitorios, una tendencia que se va a agudizar tras la crisis sanitaria. La gente ya tendía y tenderá más a huir de los albergues con grandes dormitorios, con números enormes de literas en una sola habitación. Cuando la gente vuelva al Camino, durante los primeros tiempos, habrá una cierta prevención y creo que eso hará que una tendencia ya en marcha se imponga en los albergues. Los albergues con grandes dormitorios van a cambiar.

Creo que los peregrinos ya buscaban cada vez más habitaciones menores, incluso camas bajas como en la mayoría de los albergues de Francia… Ese cambio se acelerará más, lo que significa que puede haber un cambio también en el precio, porque si se busca un servicio de ese tipo -habitaciones con dos, cuatro o seis camas- el precio tendrá que subir, pero valdrá la pena y finalmente será también rentable para quien opte por adaptar su albergue a ese modelo.

Centro en este aspecto mi reflexión, porque realmente es algo que ya estaba empezando a ocurrir. En el Camino se habla siempre de las incomodidades y molestias de los grandes dormitorios: hay roncadores; hay personas madrugadoras; gente que trasnocha; hay quien quiere un albergue, pero quiere también estar con sus amigos; otros valoran más la propia intimidad… Más allá de los temas sanitarios, este cambio ya estaba en marcha porque ya había y habrá mucha gente en el Camino que puede pagar un poco más por dormir mejor y sentirse mejor.

Se trata de adaptar los albergues a algo que ya se vive en las ciudades, a un nuevo estilo de vivir y de viajar: personas que pueden pagar un hotel pero prefieren hostels urbanos o, en el caso del Camino, albergues. Se trata de viajeros y peregrinos que quieren el estilo de vida comunitaria y que favorece el encuentro con los otros, pero que, después, al irse a dormir, quieren mantener un mayor grado de intimidad. Se trata de ofrecer eso: el estilo de vida de un albergue con la posibilidad de mantener el grado de confort que deseen.

Creo que hoy día es ya inconcebible el tipo de oferta de albergue con una gran habitación con decenas de camas. El modelo de Francia con habitaciones pequeñas, camas bajas, una cierta intimidad y mayor espacio, aunque compartas el techo con otras personas. Doce camas como mucho, pero otras veces ocho, seis, cuatro, dos… De este modo la gente, aunque comparta habitación con desconocidos y conserve el estilo más austero del Camino, duerme mejor, se siente más despejada al día siguiente… Pero claro, hay que asumir que los precios tendrán que subir un poco.

Creo que es un error tratar de aprovechar totalmente un espacio para llenarlo del máximo de camas, hay una visión muy exagerada de mínimos, del beneficio rápido, que es errónea. Es no querer darse cuenta de que cada vez hay más peregrinos que quieren vivir la experiencia de los albergues del Camino y que pueden pagar más, muchos peregrinos están dispuestos a pagar más por dormir en albergues que ofrezcan esas condiciones, quieren la experiencia de compartir su Camino con peregrinos, pero también esos mínimos que favorezcan un buen sueño, un poco más de confort o intimidad. Este es un cambio que creo que se producirá, un cambio de modelo que podríamos describir como “menos es más”.

Otro fenómeno que creo que se producirá -si bien éste será muy transitorio- es que durante un tiempo probablemente los hoteles del Camino verán aumentar sus beneficios, porque mucha gente de la que ya estaba en el Camino y podía pagarse un hotel, optará por esa opción más que por los albergues. Pero repito que este será un fenómeno temporal.

En fin, para terminar mi reflexión con un pensamiento que sí es optimista, creo que el Camino será un buen refugio después de lo que estamos viviendo. Ir al Camino es optar por un tipo de viaje que se presta a la reflexión, a la sencillez, al contacto con la naturaleza… Es un destino muy atractivo después de este período de reclusión, un lugar perfecto para volver a encontrarse con los demás, tan necesario para los que han estado solos o únicamente con los familiares, por eso podrá resistir mucho mejor que otros destinos a esta crisis.

Ocurrió lo mismo con la crisis económica en 2008, al Camino no le afectó la crisis, incluso aquellos que no tenían demasiados ingresos o los perdieron optaron por ir al Camino. Y además ahora se suma que ofrece lo que nos está faltando con el confinamiento: la naturaleza, el ejercicio… y todo ello en un entorno al aire libre. Sí, en esto soy positivo: el Camino será un buen destino cuando pase la crisis sanitaria.

Antón Pombo. Investigador, escritor, peregrino, autor de las guías de los Caminos de Santiago de Anaya y periodista especializado en el Camino en medios como Gronze.