Anne Born es autora de tres libros sobre el Camino de Santiago y, hoy día, su obra y ella misma constituyen una de las principales conexiones entre Estados Unidos y el Camino de Santiago. Poeta, editora, historiadora… Durante décadas Anne residió en Nueva York – desde donde nos contó la llegada del Covid-19 a su ciudad y a su país-, pero actualmente vive en su Michigan natal, donde continúa escribiendo y desde donde cada año regresa al Camino, al menos una o dos veces.

-Anne Born, tres libros ya sobre el Camino… Pero antes de hablar de ellos ya sabes que en la Fundación Jacobea nos interesa mucho el recorrido personal, ¿podrías contarnos un poco cómo llegaste al Camino de Santiago?

Tardé mucho en llegar al Camino. Sonrío cuando lo pienso ahora. Estudié en el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Michigan. Tuve la suerte de estudiar con una destacada medievalista, la profesora Ilene Forsyth, quien impartió una maravillosa clase de escultura románica en el Camino de Peregrinación. Nos ocupamos principalmente de las iglesias y los claustros de Francia, siendo el claustro de Moissac su particular interés. Yo estaba fascinada. Encontré su enfoque extraordinario, partiendo de mi experiencia algo limitada por entonces de la escultura medieval. Existía ese Camino. Un Camino que había sido recorrido por poetas, músicos, ejércitos… y por los artesanos de las grandes catedrales. Todavía estaba allí. Y, con un poco de esfuerzo de mi parte, podría verlo yo misma. Yo también podría ir allí. Después de todo, mi profesora trabajaba en Moissac.

Yo era una chica de 19 años de un pequeño pueblo de Michigan, en una era en la que las chicas jóvenes, en su mayoría, no viajaban solas o caminaban por Francia y España. Pero ese Camino se quedó conmigo. En 2009, recluté a mi hijo de 18 años para que me acompañara y visitamos el claustro de la profesora Forsyth en Moissac y caminamos juntos a través de los Pirineos hacia España. Mi primera experiencia en el Camino.

No me fue muy bien Se podría decir que fui un completo fracaso como peregrina en ese primer viaje. Pero volví al año siguiente y recogí mi primera Compostela en la Nochevieja de 2010, en la sacristía de la Catedral de Santiago de Compostela; la oficina del peregrino estaba cerrada por la celebración del cierre de la Puerta Santa. He caminado ocho veces más y ahora me siento en casa, tanto en el Camino como en España.

-Tu primer libro –Buen Camino!: Tips from an American Pilgrim– nació particularmente dirigido a tus compatriotas: preguntas y respuestas sobre el Camino para americanos. ¿Te parecía necesario aclarar muchas cosas a los estadounidenses que vienen al Camino?, ¿han cambiado las cosas en estos años?

Cuando les decía a mis amigos que iba a hacer una larga caminata por España porque tenía que llegar a esta magnífica catedral, la respuesta típica era: “Yo nunca podría hacer eso”. Eso me molestó. Mis amigos decían que estaba demasiado lejos, requería demasiado tiempo, costaba demasiado o era demasiado difícil para poder imaginarse haciéndolo ellos mismos. Eso realmente me molestó. “¿No tienes miedo de perderte?, ¿es necesario hablar español?, ¿hay que estar fuera durante seis semanas?” El resultado final de esas preguntas era el miedo. Era aterrador. Era peligroso. Y escribí el libro para responder a todo eso.

En mi libro, Buen Camino!: Tips from an American Pilgrim (Buen Camino: Consejos de una peregrina estadounidense), escribo específicamente para alentar a los estadounidenses a hacer la mochila e irse. Les digo: si esto es algo de lo que has oído hablar, no tengas miedo de ir. El miedo me impidió ir durante décadas, y lo lamento. Estaba muy nerviosa cuando caminé sola en diciembre de 2010. Estaba segura de que me había equivocado de autobús desde Madrid, que algo horrible me iba a pasar cuando saliera ese primer día en Sarria. También sonrío ante eso ahora, porque recuerdo haber discutido con la señora en la recepción de mi hotel. Ella dijo: “No salgas ahora a empezar a caminar. Está oscuro afuera”. Le dije que estaría bien. Que Santiago me acompañaría en mi Camino. Y supongo que sí, porque salí de la ciudad y caminé durante media hora en completa oscuridad, con la certeza de que estaba en Camino.

¿Han cambiado las cosas? Sí, creo que sí. Los estadounidenses pueden ver la película The Way ahora. En ella caminar parece algo que cualquiera podría hacer. Parece un viaje amistoso que termina con un momento de iluminación que cambia la vida. La película se estrenó en España un mes antes de que yo llegara en 2010, no la vi hasta la primavera siguiente, cuando salió en España en DVD. American Pilgrims on the Camino (la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Estados Unidos) ha crecido y ahora tiene capítulos activos en muchos estados. Esto supone una gran diferencia respecto al pasado, muy positiva tanto aquí en los EE.UU. como en España, American Pilgrims favorece el envío de peregrinos y voluntarios a España, la formación de hospitaleros o el envío de fondos para ayudar a albergues.

-Tu amor por el Camino se extiende a su meta: a la ciudad de Santiago de Compostela y su Catedral, a la que dedicaste tu segundo libro: If You Stand Here: A Pilgrim’s Tour of the Cathedral of Santiago de Compostela. ¡Un tema nada fácil de investigar y menos todavía desde EE.UU. y en medio de una pandemia! Cuéntanos un poco sobre tu motivación para escribir este libro y sobre el proceso de documentación y escritura…

Cuando me ofrecí como voluntaria en la Oficina del Peregrino de Santiago en 2014, tenía tiempo libre para explorar la ciudad y la Catedral. Comí muy bien, tengo que decirlo, y visité la Catedral todos los días durante unas tres semanas. Entraba, tomaba algunas fotos, encendía algunas velas, decía algunas oraciones o asistía a Misa, y salía preguntándome quiénes eran todas las personas que estaban enterradas allí. Empecé a centrarme en las capillas laterales. Tuve la idea de que al regresar a los EE.UU. buscaría los nombres de cada sarcófago y aprendería quiénes eran y por qué fueron enterrados en ese lugar.

La idea inicial fue escribir una guía para mí: porque yo estaba en la Catedral en 2014. Escribí el libro que deseaba haber tenido entonces, en 2014, cuando quería saber tanto sobre las personas que habían estado en la iglesia, sobre la gente que fue enterrada allí. No quería leer un nombre largo en español con una fecha seguido de otro nombre largo en español con otra fecha, quería saber su historia. Quería lo que ninguna guía me había dado: un nombre largo en español, con una fecha y una historia. ¿De qué otra manera podría recordar quiénes eran estas personas?

Fue al comienzo de la pandemia, en 2020, cuando comencé a escribir en serio. En muchos sentidos fue una época aterradora y un momento terrible en la historia mundial, pero por otra parte era escenario perfecto para un escritor serio: no podías ir a ninguna parte, nadie podía venir, todas las cosas divertidas estaban cerradas y todos los conocidos estaban horneando pan de masa fermentada para distraerse de lo que estaba pasando. Instalé una oficina en mi porche trasero para poder escuchar a los pájaros, aquí en Michigan, mientras trabajaba y comencé a escribir una historia tras otra. Mis amigos en España me escribían: «¿Recibiste la historia de fulano de tal?» o “¿hablaste con tal y tal sobre cuándo sucedió esto?” y enviaba un correo electrónico tras otro.

Empecé a trabajar en mi biblioteca local, pero, cuando cerró en marzo de 2020, tuve la suerte de tener acceso a todo el sistema de bibliotecas en línea de la Universidad de Columbia. Podía leer libros electrónicos, artículos de revistas y trabajos académicos en línea. Y como estaba efectivamente al aire libre en mi porche, invitaba a una amiga, con mascarilla y manteniendo la distancia, para poder contarle las historias y ver si tenían algún sentido. Y en última instancia, para ver si los recordaría. Eso fue clave.

La mejor parte de mi investigación fue llegar a académicos cuyo trabajo cité. Hice excelentes conexiones y respondí tantas preguntas simplemente contactando a las personas cuyo trabajo era tan importante y esperando que me respondieran. Muy pronto, gracias a Johnnie Walker Santiago, me puse en contacto directo con el Director Técnico del Museo Catedral de Santiago de Compostela, Ramón Yzquierdo Peiró. Es un brillante historiador del arte y rápidamente se convirtió en mi contacto más valioso.

-Personalmente creo que tu libro sobre la catedral de Santiago ya no se dirige al público americano, ¡es una joya para cualquiera! Pensé en tu compatriota, el historiador Arthur Kingsley Porter, esencial en la recuperación del Camino en el siglo XX, porque creo que compartís la perspectiva que da la distancia transoceánica, que os permite confrontar y sintetizar un tema inmenso, porque tú te atreves a abordar la catedral de forma total y nada superficial…

He tenido la suerte de haber vendido copias de mi libro en siete países diferentes hasta el momento. ¡Me encantaría tener una mesa frente a la entrada de la Catedral! ¡Consigue este libro! ¡Te dirá lo que estás mirando! ¡Está en inglés!

Por ejemplo, hace años, en las afueras de Notre Dame en París, recuerdo cuando vi entrar a los turistas. Formaban una larga fila que se extendía por la plaza. Al llegar a la puerta, del lado derecho mirando hacia la fachada, bajaban la mirada y entraban arrastrando los pies. Quería decirles que se perdieron la mejor parte: el tímpano sobre la puerta. ¡Es extraordinario!

Recuerdo la apertura del enorme libro de Kenneth Conant sobre la Catedral de Santiago, un libro publicado en 1926. “Impresionado por el carácter exiguo e inexacto del material gráfico sobre la iglesia de Santiago, en comparación con la riqueza del material literario y las discusiones, el escritor decidió examinar el edificio”. Creo que se podría decir que me propuse hacer lo contrario. Había una gran cantidad de información disponible con imágenes coloridas, pero no historias. Un libro de turismo superficial más no iba a suponer una gran diferencia. Tenía cuatro guías de la Catedral cuando comencé a escribir, y no había llegado más allá de la página 12 en ninguna de ellas. Encuentro tedioso leer traducciones al inglés del español. Mi guía fue escrita por un hablante nativo de inglés. No estoy segura de que haya otra guía actual de la Catedral que esté escrita en inglés por un hablante de lengua materna inglesas.

Me gusta pensar que soy la respuesta de esta generación a Georgiana Goddard King, quien escribió de manera tan bella y convincente sobre España en la década de 1920. Escribió sobre el Camino y la Catedral con la esperanza de alentar a los estadounidenses a ir allí. Y lo hicieron. Algunos amigos me han dicho que han ido a lugares específicos de la Catedral después de leer mis historias. Me encanta eso.

La visita a la Catedral es, en última instancia, el motivo por el que los peregrinos realizan el Camino. Es irónico que sea la única pieza de ese rompecabezas que es tan difícil de alcanzar. Los peregrinos investigan las rutas, la ropa, las estaciones, las lluvias y la comida, pero luego entran a la Catedral y sólo pueden comentar qué grande es.

-Y llegamos así a tu último libro: Buen Camino!: Tips From a Winter Pilgrim (Buen Camino!: Consejos para un peregrino de invierno). Como el primero, aborda cuestiones prácticas y resuelve todo tipo de dudas, pero también es un libro muy personal, porque tú eres una peregrina con una gran experiencia caminando en invierno, en diciembre, enero… ¿Qué has encontrado en esas peregrinaciones?, ¿por qué recomendar peregrinar en invierno?

Mi primera Compostela, mi primera peregrinación desde Sarria, fue en diciembre. Aunque he caminado en la llamada temporada alta, de abril a octubre, había algo mágico en el hecho de caminar en diciembre, algo que me causó un gran impacto. Me encantaba caminar durante horas sola. Me encantaba los pocos peregrinos que había en los albergues y pensiones en los que me alojaba. Me encantaba entrar en un bar a tomar un té caliente para entrar en calor o terminar el día con un chocolate caliente o una copa de vino tinto junto a la chimenea. Había leído que hay bendiciones especiales para aquellos que caminamos en los meses de invierno, pero lo habría hecho igual aunque no las hubiese.

En gran medida dudo a la hora de recomendar a la gente que camine en invierno, porque no quiero que se vuelva popular. Alguien me dijo que era una forma de reconectar con el Camino Francés, que al caminar en invierno sin las multitudes y las prisas por asegurarse un lugar para pasar la noche, podría experimentar la ruta más popular en un momento meno popular y disfrutar caminando de nuevo. Me gusta mucho eso.

Crecí en Michigan. Estoy acostumbrada a seis meses de invierno y sé cómo vestirme, qué evitar y, en este caso, qué llevar en la mochila. Esa es la verdadera motivación detrás de este último libro. Tuve un momento muy diferente de lo que esperaba cuando lo comencé en 2021. Y no es un libro de memorias como esos que ves con felices tertulias de la “familia del Camino” bebiendo una cerveza bajo el sol al final del día. Fui honesta: sobre mis limitaciones, sobre el clima y sobre lo que aprendí. Me sorprendió que pudiera aprender tanto, incluso ahora, sobre caminar, sobre hacer la mochila y, en última instancia, sobre cómo mantenerme caliente. Quería compartir eso.

-Y, para terminar, querría preguntarte por tu trabajo actual y tus proyectos de futuro, como peregrina y como escritora…

Tengo dos proyectos en curso en estos momentos. Quiero escribir algunas de mis historias familiares, no es para que nadie las lea. Lo estoy haciendo para mí. Tengo antepasados ​​que estuvieron en escena en momentos clave o cruciales de la historia mundial, quiero contar esas historias y, luego, cómo encaja mi antepasado. Uno de mis antepasados ​​fue vendido como esclavo en Barbados después de la rebelión de Monmouth en Inglaterra. Otra recibió su dote de Luis XIV. Creo que estos son interesantes.

El segundo proyecto se relaciona con el libro de la Catedral: quiero escribir más historias, comenzando con una mujer que en la década de 1460 allanó el Tesoro de la Catedral para pagar la liberación de su hijo, quien había sido secuestrado al llegar a Santiago para convertirse en el próximo arzobispo. Creo que la gente quiere saber sobre ello. Hay muchas ofrendas en la Catedral de los peregrinos visitantes; también quiero investigarlas.

Y todavía escribo poesía de vez en cuando, no creo que sea muy buena en eso, pero lo disfruto. Me aclara la cabeza.

En fin, me gustaría volver a caminar como peregrina en enero de 2023, ya veremos. Me debato entre dos rutas: una desde Villafranca del Bierzo, donde dejé de caminar en 2021; otra desde Ferrol, por el Camino Inglés. Creo que cualquiera sería de las dos opciones será espléndida en enero. Tengo obligaciones familiares durante las vacaciones, pero es posible que después de las fiestas me marche a caminar. ¡Ya veremos!