O Cebreiro es hoy un lugar mágico, conocido y amado por peregrinos de todo el mundo. En el pasado, sin embargo, su localización geográfica en una zona de alta montaña, en el macizo galaico-leonés, que alcanza 1.300 metros de altitud, lo convertía en un lugar extremadamente temido, en el que los peregrinos podían permanecer aislados por la nieve durante meses. No obstante, a pesar de semejante contexto geográfico, O Cebreiro era un lugar posible de paso, como comprendieron los romanos cuando trazaron una vía para, a través de Triacastela, avanzar hacia el centro de Galicia.

La actual iglesia de Santa María do Cebreiro es el principal vestigio de la larga historia del lugar, de su origen y protagonismo en las peregrinaciones a Compostela. Se trata de un pequeño santuario probablemente fundado en el siglo XI y siempre ligado a la orden benedictina, originalmente a la casa francesa de Aurillac y, desde 1486, a la casa central de la Orden Benedictina española situada en Valladolid.

Respecto a las relaciones de peregrinos que viajaron a Santiago, lo que encontramos más frecuentemente es muy diferente de los buenos recuerdos de los peregrinos actuales. Lo que remarcan es la mala situación del poblado y convento, continuamente asolados por las dificultades climatológicas cuando no por los incendios, muchos de ellos provocados por peregrinos que buscaban refugio en su interior, así como la existencia de viviendas pobres, las célebres pallozas, que lejos del romanticismo con el que las miramos en el presente representaban para los viajeros de otro tiempo una señal de la pobreza de sus habitantes.

Entre todas las descripciones, nos parece particularmente interesante de la de Nicola Albani peregrino a Santiago en 1743. Aunque se equivoca respecto a la orden religiosa, atribuyendo el priorato a los dominicos, nos regala importantes datos, describiendo las viviendas y haciendo referencia a la existencia de un hospital para los peregrinos:

“… por la noche llegué a un lugar llamado el Cebreiro, a doce millas de la Vega, primer castillo del reino de Galicia, pero que se llama castillo porque allí está un pequeño convento de S. Domingo con un solo monje que diga misa, y dos laicos, como si fuese una capillucha, con cuatro habitaciones, pero no todas de construcción. En el pueblo hay treinta y cuatro hogares, y está situado encima de un altísimo monte, y me dijeron que en el invierno, la mayor parte del tiempo está cubierto de nieve, que cada palloza tiene fuera una gran provisión de leña, y este es un pueblo de los grandes de Galicia, que más adelante me dicen que son pueblos mucho más miserables, y había también aquí un pequeño hospital, mejor dicho una palloza con una mujer viejecita de guia, con la única comodidad de cuatro sacos llenos de paja, a donde me fui, y me sucedió un bonito hecho, y fue que por la noche tuve que hacer de párroco, y fue así, que en dicho hospital encontré un pobre pasajero castellano que estaba allí enfermo desde hacía tres días, que venía también de Santiago…”  .

Más allá de esta referencia tan detallada conservamos muchas otras, de hecho, O Cebreiro aparece citado como puerto de montaña, aldea o monasterio en casi todos los itinerarios históricos realizados por peregrinos y fue destino o lugar de paso de numerosos personajes ilustres a lo largo de la historia.

En los últimos años del XV se escriben algunas de las guías más utilizadas en las centurias siguientes en las que se cita el puerto de O Cebreiro y no al poblado: Hyeronimus Münzer le llama “montaña Malefaber” en 1499, Künig von Vach “montaña de Allefaber” en 1495. Por su parte, tras su peregrinación de 1496-1498, Arnold von Harff se refiere al puerto y al poblado como: “Ala faba a Marie de Sebreo, una pequeña aldea sobre la montaña Malefáber”. En 1521-1522, Sebald Örtel de Nuremberg se refiere nuevamente a la montaña de Malafaber y, tras su peregrinación de 1654-1655, Christoph Gunzinger nos facilita la primera descripción del lugar:  “O Cebreiro (…) Aquí hay una iglesia y un monasterio benedictino”.

En los s. XVII y XVIII son muchos los peregrinos italianos que, como el citado Albani, aportan descripciones de O Cebreiro. Domenico Laffi, en la larga relación de sus peregrinaciones de 1663, 1670 y 1673, se refiere al monasterio y también a la existencia del hospital de peregrinos: “la mañana comenzamos a ascender la gran montaña y llegamos a Malafava, tierra situada en medio del monte y hay cuatro leguas de ascenso. Después seguimos subiendo ahsta la cima del monte, donde hay un concento de frailes Benedictinos, que dan limosna a los peregrinos consisntente en pan, vino y otras caridades y tienen un hospital para los citados peregrinos”.

También Giacomo Antonio Naia, peregrino en 1717-1718, se refiere al hospital: “En Hospital Cebrero / que es un Hospital para los peregrinos aunque yo me alogé con los Padres Benedictinos que eran dos, en este su Convento que se llama Priorato, y aquí verdaderamente no hay otra cosa, que el Prior y otro Sacerdote. Además hay de forma continua diez personas seglares como sirvientes, que son 4 hombres, 3 mujeres, y 3 jóvenes, quienes comen, beben, con abundancia, juegan a golpes, y todos duermen en el Convento al que llegué después del Ave Maria y siempre abriendo el camino cubierto de nieve hasta la mitad de la pierna para subir aquel Santo Monte…”.

Como hemos comentado, O Cebreiro fue también lugar de paso de célebres visitantes, por ejemplo, de algunos de los monarcas españoles que peregrinaron a Santiago. Sabemos que el 16 de octubre de 1586 los Reyes Católicos se detuvieron en el poblado de O Cebreiro, el 21 de marzo de 1520 el entonces jovencísimo Carlos V y, siendo todavía príncipe, el 15 de mayo de 1554 Felipe II.

Otro aspecto central en los testimonios que nos han legado los peregrinos, es el conocido como milagro del Santo Grial. Se trata de un milagro eucarístico, uno de los más conocidos de la tradición católica occidental, que llegó a alcanzar renombre en toda Europa. El primer dato histórico sobre éste suceso nos lo proporciona la Bula de Inocencio VIII de 1487, pero a nosotros nos interesa recordar su presencia en los relatos de peregrinación, como el del ya citado Domenico Laffi. En su relato, Laffi alude a las ampollas que los Reyes Católicos habían donado para las reliquias del milagro: “Cebreiro aquí hay una gran y Santa Reliquia de una Ostia convertida en Carne verdadera de Cristo Nuestro Señor, y en una ampolla de vidrio, está el vino convertido en verdadera sangre de Nuestro Señor”.