Conocí el Camino a través de amigos que lo habían hecho. Soy enfermera y no dispongo de muchas vacaciones en verano, mientras que la amiga con quien quería hacerlo es profesora y solo podía en verano, por esta razón tuve que plantearse hacerlo sola.

Comencé a prepararme y decidí hacerlo hace tres años, quería caminar desde Saint-Jean-Pied-de-Port y sabía que tenía que hacerlo sola porque mi marido no quería venir, eso sí, mi hija –aunque no disponía del tiempo para todo el Camino- podía caminar conmigo desde Nájera hasta Burgos. Y así me encontré comenzando sola, muy bien organizada, con reservas para dormir… Aunque en realidad reservaba poco, unos 5 días de cada 15. Fue mi primer Camino.

Este año he caminado sola desde Burgos y las cosas han cambiado, ya no reservo tanto, el Camino me ha enseñado a relajarme, camino sin toda esa organización. Pude disponer de un mes entero de vacaciones y en el Camino se convirtió en un mes entero para mí. Estoy feliz, nunca antes en mi vida me había sentido tan relajada.

Cuando hice el Camino con mi hija tuvimos problemas con algunas comidas, mi hija se enfermó y no encontrábamos una habitación, pero alguien del Camino apareció y nos facilitó una reserva de otro peregrino… Siempre es así en el Camino: aprendes que siempre ocurre algo que lo arregla todo. Caminar con mi hija fue bueno, nos adaptamos mucho. Para mi hija también cambió todo mucho con el Camino, ella es artista y disfrutó mucho de los monasterios e iglesias, adoró Nájera, Santo Domingo, Burgos… Pero como estuvo enferma no tuvo una experiencia tan buena del Camino.

Este año llegué muy contenta, con cinco semanas de vacaciones gracias a la ayuda de mi jefe. Pude caminar a mi ritmo, diez millas al día, caminaba y rezaba, y no sufrí problemas con la comida. Ese es el único punto donde todavía mantengo algo del orden de la seguridad: suelo llevar algo de comida siempre conmigo. Pero al final también me olvidaba de la comida.

Esta vez ella cogí también muchas veces una habitación privada, también dormí en albergues pero alterné. Podía haber hecho el Camino en menos tiempo, pero pasé 32 días caminando porque me gustaba así. Quería ir despacio, disfrutar de mi tiempo, me gustaba estar con los otros por la noche, en la cena, pero amo estar sola y gran parte de mi tiempo y de mi día lo transcurrí sola.

Tengo un lado religioso, soy cristiana aunque no católica, pero sí me siento religiosa, por eso el Camino es también una experiencia espiritual. Me gusta también entrar y visitar las iglesias, meditar o rezar allí, por eso siento que muchas estén cerradas. También me gustan las misas y bendiciones de peregrinos que se hacen en el Camino.

En el Camino sientes que eres fuerte, aprendes cosas, sientes calma, serenidad… También he encontrado personas religiosas con las que puede compartir muchas cosas. En el Camino me sentía bendecida. No hay distracciones, puedes hablar con Dios y contigo mismo.

Mi marido ha visto conmigo un documental sobre el Camino en el que un joven camina y toca el chelo en diferentes iglesias, le gustó mucho, él es un fotógrafo y, aunque dijo “no ahora”, creo que en el futuro vendremos juntos y sin límites de tiempo, tal vez cuando nos jubilemos, podremos caminar muy despacio y él podrá hacer fotos.