Su primer Camino fue en 2010 y lo hizo por una promesa. Es diácono en la Iglesia Católica y durante un tiempo realizó su trabajo con un párroco que siempre hablaba del Camino de Santiago. Él siempre le decía que le interesaba y que si en algún momento se decidía a hacerlo tal vez lo haría con él, pero al final el párroco se transfirió a otra parroquia y fue un amigo quien le propuso hacerlo con él. No se lo pensó y se lanzó al Camino.

Ese primer Camino fue desde O Cebreiro, fue un Camino que podría decir que no concluyó todavía, porque ha vuelto en 2012, 2014, 2015, 2016, 2017 y ahora en 2018. La primera vez eran cinco personas, después ha ido siempre con un único amigo, juntos han recorrido el Camino francés desde Saint-Jean-Pie-de-Port en diferentes tramos, este año desde Burgos. Los dos han recorrido también el Camino Portugués desde Oporto y, con otro italiano con el que habían hecho amistad en el Camino, el Camino Inglés desde Ferrol.

Lo que le motivó al escuchar hablar del Camino fue algo que después ha reencontrado en una famosa inscripción que hay en Nájera: “el Camino es algo de interior y superior”. La motivación para él está en la belleza de los paisajes, en lo exterior, pero el Camino también es un camino de refuerzo de la fe. Además, en el interior de su mochila lleva el peso de la fatiga cotidiana, de los problemas diarios, que en el Camino parecen anestesiarse porque toda tu concentración está dedicada a caminar, al presente.

En el Camino parecen abrirse las aguas de lo cotidiano y se puede caminar en otra dimensión. Aun estando en contacto con la iglesia en su vida diaria, es en el Camino donde realmente no se distrae y consigue estar más en sintonía con lo divino.

No cree que en el Camino se encuentren las soluciones para la vida cotidiana, pues cuando regresas a casa continúan los problemas. Pero hay cosas que encontraste en el Camino y que permanecen después son las relaciones humanas. Aun sin hablar idiomas, ha logrado mantener relaciones personales en el Camino muy verdaderas y profundas, porque personas que no has visto en tu vida te hablan, te miran a los ojos y te cuentan cosas íntimas. La gente se habla en el Camino, se sienta a conversar. Este aspecto es una experiencia que valdría la pena que viviesen los jóvenes.

En el Camino se puede encontrar también una gran solidaridad entre los peregrinos, algo que difícilmente se encuentra fuera de allí. Los peregrinos se ayudan, por ejemplo cargan con las cosas de quienes caminan mal. Él intenta promover ese mensaje en su vida, pero es muy difícil llevar un mensaje de solidaridad y paz a los otros. Cuando vives en tu vida cotidiana, la seguridad que has construido constituye un muro que te separa de los otros, no permite el intercambio, no deja entrar a nadie ni te permite a ti salir de ese recinto seguro.

Otro aspecto importante es darse cuenta de que desde hace 20 días él y su amigo caminan con una mochila de 6 o 7 kilos y les sobra. Sin embargo, en casa viven con un montón de cosas, acumulan cosas que no sirven para nada. Lo esencial está en los 5 o 6 kilos que se llevan en la mochila, se podría vivir con eso.

Algo hermoso que le ha ocurrido en relación al Camino es que cada año sus amigos y parroquianos le confían a él y a su amigo pequeñas piedras para dejar en la Cruz de Ferro. El año que fueron a Finisterre les dieron también pequeños escritos, deseos y peticiones para que los depositaran allí. También este año lo han hecho.