Situado a escasos metros de la catedral de Santiago, el monasterio benedictino de San Paio es conocido sobre todo por el magnífico muro que cierra la Plaza de la Quintana, frente a la Puerta Santa, extraordinaria arquitectura purista en la que se abren decenas de pequeñas ventanas cuadrangulares correspondientes a las celdas de sus monjas.

El monasterio de es una de las primeras fundaciones de la ciudad de Santiago, atribuida a Alfonso II y, por tanto, fechada en el siglo IX, pocos años después del descubrimiento del sepulcro del Apóstol. Poco después de su fundación adoptó a San Paio (Pelayo), como titular o patrono, un santo gallego del s. X que siendo todavía un niño fue degollado en Córdoba por los musulmanes. Una escultura del santo preside todavía hoy la entrada de su iglesia.

El monasterio nació con el sobrenombre de “Antealtares” por su situación respecto a la tumba de Santiago, situado “ante” él, es decir, en su parte oriental. A través de documentos de la época de su fundación sabemos que se trató ya en su origen de un monasterio benedictino, siendo ocupado en un primer momento por 12 monjes. La institución continuó siendo un monasterio masculino hasta 1499, año en el que pasó a convertirse un monasterio de monjas benedictinas de clausura, carácter que todavía tiene actualmente.

Como monasterio benedictino femenino vivió sus siglos de esplendor durante el barroco -en los siglos XVII y XVIII- cuando fue completamente reformada su arquitectura, tanto sus dependencias conventuales como su iglesia. Durante este tiempo llegó a ser el monasterio benedictino femenino más importante de Galicia, ya que la alcurnia e importantes dotes que las religiosas le aportaban, hicieron posible que contase con importantes rentas y propiedades y con el apoyo de la Corona. El hecho de que en Antealtares profesaran muchas mujeres de la alta nobleza, hizo que sus monjas fuesen conocidas en la ciudad no sólo como “madres”, sino también como las “señoras”.

Hoy día sigue siendo un monasterio muy vivo en el que sus casi 40 madres participan activamente en la liturgia de su iglesia con canto gregoriano, el mantenimiento de una residencia de estudiantes con 60 plazas, una hospedería que se rige por los valores de la acogida benedictina tradicional y un colegio de educación infantil.

De su arquitectura actual destacamos el gran muro de cierre de las dependencias conventuales que da a la plaza de la Quintana, cuya belleza purista lo convirtió en el siglo XX en una arquitectura muy amada por la vanguardia. En su centro se dispone una gran lápida con una inscripción que recuerda al “Batallón Literario”, es decir, a un batallón organizado por estudiantes universitarios durante la lucha contra las tropas de Napoleón.

Al otro lado del edificio, se abre la fachada “Puerta de los Carros”, nombre que recibían en general las entradas principales de los monasterios por las que accedían los transportes que portaban personas o mercancías a su interior. En el caso de San Paio, la puerta es también conocida como “Puerta de la Borriquita”, ya que está decorada con un relieve de la Huida a Egipto de la Sagrada Familia, episodio en el que la Virgen aparece representada sentada sobre la borriquita.

La iglesia, que ocupa la parte norte del complejo y a la que se accede, como hemos dicho, desde la parte superior de las escaleras de la plaza de la Quintana, conserva su arquitectura y decoración barroca. Junto a la portada presidida por la escultura de San Paio, extraordinaria representación del niño-mártir que en su día llamó la atención a Federico García Lorca, destaca el conjunto de retablos del interior. Los 5 extraordinarios retablos barrocos, el órgano del s. XVIII y un pequeño Museo de Arte Sacro con numerosas tallas y objetos litúrgicos, desde relicarios y piezas de orfebrería al primitivo altar que habría acompañado al sarcófago del Apóstol Santiago, merecen una visita.

Además, no olvidéis de pasaros después por la Puerta de los Carros y comprar en la portería los magníficos dulces de las monjas benedictinas: pastas de té, tarta de Santiago, almendrados y diversas tartas por encargo.