La aventura del Camino implica al cuerpo y este aspecto no debe ser ignorado por el futuro peregrino. Además de soñar con su Camino, informarse sobre él y preparar su recorrido, es importante que el futuro peregrino no descuide la preparación física para evitar dificultades o abandonos una vez en el Camino.

La puesta a punto puede variar en función de la condiciones físicas de las que se parta y, también, de la distancia y la ruta elegidas, una preparación que no deben obviar los deportistas o aficionados al ciclismo pues la especificidad del Camino les exigirá pedalear muchos días seguidos y llevando un cierto peso en las alforjas de su bicicleta.

La planificación del Camino debe siempre partir de las condiciones físicas de cada peregrino y el tiempo del que se dispone y, a partir de estos dos aspectos, tener en cuenta el número de kilómetros totales así como las distancias medias de las etapas adaptadas, las dificultades particulares del territorio de la ruta elegida así como la climatología. En este sentido es fundamental que, en caso de sufrir enfermedades o problemas crónicos, se verifique la idoneidad del plan trazado con una consulta o revisión médica.

A pesar de lo dicho, la edad avanzada y la falta de hábitos deportivos no suelen ser un problema para la mayoría de los peregrinos que deciden recorrer el Camino y, según muchos  peregrinos expertos y autores de guías, tres meses de preparación pueden ser suficientes incluso para enfrentarse a los alrededor de 800 kilómetros del Camino Francés desde Jaca o Roncesvalles.

El entrenamiento para recorrer el Camino en bicicleta consistirá fundamentalmente en salidas que irán poco a poco incrementando las distancias a recorrer y el peso con el que se cargue. En el caso de la bici, es posible también comenzar rodando por terreno mayoritariamente llano para ir aumentando su dificultad a medida que avanza en la preparación, incluyendo al final tramos de subida con una dificultad similar a la que se espera encontrar en la ruta del Camino elegida.

En la mayoría de los casos el inicio suele ser semanal, con una o dos salidas los fines de semana en función de la disponibilidad de tiempo, salidas que irán ampliándose luego hasta convertirse –idealmente- en diarias al final del entrenamiento.

Los dos aspectos esenciales del entrenamiento serán, como hemos comentado, el aumento gradual de kilómetros recorridos y del peso portado en las alforjas.

Al comienzo el peregrino debe centrarse en alcanzar pedaleando cada día una distancia mayor, hasta llegar a cubrir sin problema las distancias o kilómetros que, en función del tiempo y ruta elegida, haya estipulado como promedio de etapa, en condiciones normales entre 50 y 55 kilómetros. En cualquier caso, es importante no precipitarse ni obsesionarse por alcanzar las distancias promedio, pues el Camino cuenta en sus rutas con los servicios necesarios para garantizar al peregrino la flexibilidad en sus inicios y finales de etapa.

Respecto a la mochila del ciclista, el equipaje debería llevarse en dos alforjas con los pesos repartidos equitativamente y sería conveniente habituarse a pedalear con él en las últimas semanas de entrenamiento.

En el caso de realizar el Camino en bicicleta un aspecto muy recomendable es aprender a realizar las pequeñas reparaciones que pueden ser necesarias en el Camino, como parchar una rueda pinchada o ajustar los frenos y cambios. No obstante, tampoco hay que obsesionarse con las reparaciones pues a lo largo de la ruta se encuentran numerosos servicios de reparación y asistencia.