Las maravillosas ruinas de San Antón y su mágico albergue constituyen uno de los lugares más valorados del Camino de Santiago, un pequeño milagro como el no tan lejano albergue de San Nicolás de Puente Fitero. Ese milagro –como muchos del Camino- tiene un nombre: Ovidio Campo.

Ovidio peregrinó a pie hasta Roma en el año 2000, una peregrinación que subrayaba su decisión de «comprometerme con el Camino de Santiago». La forma que tomó su deseo de compromiso fue la creación de un albergue de peregrinos, quería crear un albergue el Camino francés. Se reunió con Pablo Arribas Briones, por entonces Delegado de la vivienda en Burgos, pero también un especialista del Camino muy ligado al asociacionismo jacobeo, quien le puso en contacto con Eliecer Díez Temiño, propietario de las ruinas del convento de San Antón en Castrojeriz. La idea era clara: crear un refugio para peregrinos dentro de unas ruinas del siglo XIV situadas en pleno corazón del Camino francés.

Ovidio conocía bien el lugar, pues había pasado bajo el arco de las ruinas en su Camino de 1989 y, al igual que miles de peregrinos, se había quedado impresionado y fascinado. En sus sucesivos caminos las ruinas siguieron fascinándole pero pasaron muchos años antes de que, con determinación, persuasión y buen entendimiento, llegase a un acuerdo con el propietario: en 2001, tras meses compartiendo ideas e ilusiones, logró formalizar el proyecto a través de un contrato normal y por escrito para el alquiler de las ruinas del convento de San Antón en Castrojeriz durante treinta y cinco años.

El compromiso de Ovidio fue la creación de un albergue de peregrinos pero también la consolidación y restauración de las ruinas. El viejo convento, en manos privadas desde la desamortización de Mendizábal, volvía a ser accesible a todo el mundo en 2002, en concreto el 7 de julio, día en el que el singular refugio se abrió a los peregrinos.

El albergue de San Antón nació bajo el espíritu de la acogida tradicional: gratuidad y austeridad. Para la acogida se habilitaron tres cobertizos: uno para recibir, cenar, etc.; un segundo como dormitorio con seis literas; y un tercero que sirve como aseo. La obra fue realizada sin financiación alguna, con el trabajo y la ilusión de Ovidio, su mujer Balbanuz y algunos amigos: las ruinas fueron adecentadas y el Hospital de Peregrinos San Antón renació.

Desde el año 2002 las ruinas y el hospital se mantienen abiertos a los peregrinos todos los veranos, desde mayo a septiembre y, a pesar de disponer sólo de 12 camas, ha acogido ya a más de quince mil peregrinos. También han asesorado y explicado la historia del convento y de los antonianos a más de veinte mil visitantes. Y todo ello con la entrega y generosidad de más de 150 hospitaleros llegados de los cinco continentes.

El Hospital de San Antón ofrece a los peregrinos cama, cena y desayuno (y en muchos casos la comida) sin cobrar absolutamente nada, manteniéndose con los donativos que libremente dejan los peregrinos y visitantes. La renta y los gastos corrientes los pagan con la venta de postales, pins, llaveros, etc. y asumiendo lo que es necesario entre todos.

Algunas Administraciones Públicas contribuyeron desde el inicio a la consolidación de las ruinas y la seguridad dentro de las mismas, pero la conservación de un patrimonio tan valioso y tan frágil como las ruinas de San Antón requiere una atención constante, lo que llevó a sus responsables a buscar sin cesar apoyos institucionales y financiación para poder restaurar y continuar engrandeciendo las ruinas. Como respuesta a esas necesidades nació la Fundación de San Antón, que logró apoyos decisivos de la Junta de Castilla y León en 2007,  una importante inversión de la que resultaron las ruinas tal y como las podemos ver actualmente.

A la Fundación, que existe desde 2004, se sumó en 2006 la Asociación Hospital de Peregrinos San Antón: podríamos decir que la Fundación es la propietaria de las ruinas mientras que la Asociación es su gestora, encargada de gestionar las ruinas y el albergue para los peregrinos.

El trabajo y deseo incondicional de Ovidio Campo, peregrinos y hospitaleros de todo el mundo ha sido y es fundamental para el mantenimiento de uno de los albergues u “hospitales” más queridos del Camino; pero también la sensibilidad de Administraciones Públicas, empresas privadas y todo tipo de colectivos, es fundamental para que no se pierda ni una piedra más de las que han hecho y hacen del Camino lo que es.

Foto: Publicamos esta imagen con el permiso de la Fundación San Antón, su autor es Eduardo Margareto.