El monasterio de San Martín Pinario ocupa un inmenso espacio al norte de la catedral de Santiago, subrayamos sus dimensiones porque con sus dependencias constituye el segundo conjunto más grande de España, tan solo por detrás del monasterio de El Escorial. Aunque en la actualidad acoge a un gran número de instituciones religiosas y laicas -es el Seminario Mayor de la Archidiócesis, sede del Archivo Diocesano, de un hotel e incluso aulas de la Universidad de Santiago- su fundación y pasado están ligados a la vida monástica, concretamente a la Orden Benedictina.

Podemos rastrear el origen del monasterio en la presencia de algunos monjes ocupándose del oratorio de San María de la Corticela de Santiago a finales del siglo IX o comienzos del X. El monasterio de San Martín nacería como tal a comienzos del siglo XI, tras el trágico paso de Almanzor por tierras gallegas, cuando los monjes habrían logrado el apoyo decisivo del obispo Pedro de Mezonzo para comenzar una construcción independiente en el espacio actual, por entonces situado fuera de las murallas de la ciudad.

La titularidad de San Martín se debe al santo de la orden benedictina San Martín de Tours, advocación que indica ya una cercanía con la Orden o, al menos, con la regla de San Benito, si bien la pertenencia de la casa a la Orden Benedictina ha sido fechada a finales del siglo XI o comienzos del XII, durante el arzobispado de Diego Gelmírez.

La fundación de una estructura independiente permitió a los monjes recibir numerosas donaciones de reyes, obispos y otros señores, lo que le permitiría crecer y convertirse en un importante monasterio medieval. Las obras debieron ser continuas durante los primeros siglos, teniendo noticia de la consagración de una iglesia románica por el citado Gelmírez en 1102.

Los siglos de crecimiento de San Martín Pinario se sucedieron hasta el XIII, sufriendo una cierta crisis durante los siglos XIV y XV, coincidiendo con el auge y fundación de comunidades mendicantes -franciscanos y dominicos- en la ciudad de Santiago. Pero a partir del siglo XV el monasterio se recuperó, siendo impulsado por la propia Orden y figuras como los Reyes Católicos, promotores y benefactores que favorecieron al monasterio con nuevas rentas y prioratos.

Entramos así en el momento de esplendor del monasterio, en el tiempo de gran auge que vivió a lo largo del siglo XVI y de todo el período barroco, un período de gran riqueza económica que permitió la construcción de las edificaciones que conocemos hoy. El final de la gran institución monástica llegaría con la Desamortización, en 1835, cuando la comunidad benedictina fue exclaustrada y el monasterio pasó a ser sede de oficinas estatales y a acoger importantes eventos. Los monjes no volvieron jamás y, como hemos dicho, el edificio mantiene hoy esa función de acoger instituciones y eventos, si bien también de carácter religioso.

Respecto a la arquitectura actual, como comentábamos, las grandes construcciones que vemos hoy son fruto de sus siglos de esplendor, que coincidieron con el Renacimiento, el Barroco y el Neoclasicismo. Durante el Renacimiento se sucedieron las obras en la iglesia, pero la renovación de la fachada principal del monasterio llegaría más tarde, en el siglo XVII, de la mano del arquitecto benedictino Fray Gabriel Casas. Se trata del enorme lienzo que se abre frente a la fachada norte de la catedral -Azabacherías-, una arquitectura barroca clasicista y monumental iniciada a finales del siglo XVII y concluida, en 1738, por el célebre Fernando de Casas, responsable del remate de la portada central que incluye el grupo escultórico con la escultura ecuestre de San Martín compartiendo su capa con un pobre.

Más allá de esta célebre fachada y de la extraordinaria iglesia -a la que dedicaremos un post monográfico- queremos destacar el claustro principal conocido como Claustro de las Procesiones. Fue proyectado por el arquitecto Fernández Lechuga, pero su construcción se alargó a lo largo del siglo XVII y parte del XVIII, pudiendo situarse su conclusión en 1743, cuando se completó con la bella fuente barroca que ocupa su centro.