La fachada oeste de la Catedral de Santiago toma su nombre de plaza a la que se abre: Obradoiro en gallego, taller en castellano, en alusión los talleres y canteros que trabajaban en las obras de la catedral y a los que albergó durante siglos. La fachada actual es fruto de las reformas llevadas a cabo entre los siglos XVI y XVIII que dieron lugar al magnífico telón barroco antepuesto al antiguo cierre románico, obra necesaria para adaptarse al estilo de la época y, en parte, por razones prácticas, ya que el clima y el paso de tiempo habrían deteriorado mucho la fachada medieval.

La primera obra emprendida fue la de la gran escalinata de acceso, obra diseñada por el arquitecto Ginés Martínez a comienzos del siglo XVII, siguiendo modelos clasicistas italianos propios del siglo XVI. Dicha escalera se antepone a la conocida como “catedral vieja” -parte baja de la catedral en la que se dispone la cripta del siglo XII debida al Maestro Mateo-, y consta de una doble rampa que desemboca en una terraza o mirador situada ante el acceso al Pórtico de la Gloria.

A lo largo del siglo XVII se iniciaron las reformas de las dos torres medievales y el lienzo central, un primer intento de engrandecimiento en el que trabajó el arquitecto Peña, pero sería Fernando de Casas Novoa quien desarrollaría y finalizaría el proyecto. El arquitecto habría trabajado en el diseño entre los años 1720 y 1731, dando lugar a un ambicioso proyecto barroco, capaz de unir las escaleras y mirador de Ginés Martínez y la parte superior de la fachada de la iglesia y sus torres.

Las obras se iniciaron en torno al 1738 y en 1750, cuando falleció el arquitecto, se estaban finalizando, dando como resultado el espléndido lienzo vertical y curvilíneo que todavía hoy cubre y protege a la basílica medieval.

En fachada destacan sus dos célebres las torres, con una altura suficiente para que, todavía hoy, puedan ser vistas por los peregrinos que se acercan a su meta desde las alturas del Monte do Gozo. Duchas torres conservan sus nombres seculares: la torre de las Campanas (sur) y la torre de la Carraca (norte).

Entre ambas torres se dispone el cuerpo o lienzo medio, rematado con una peineta con tres nichos a diferentes alturas que acogen tres esculturas monumentales: una del apóstol Santiago situada en el central y, a sus lados, a menor altura, Atanasio y Teodoro, discípulos del santo que según la tradición están enterrados en la catedral. Entre los numerosos elementos ornamentales, fundamentalmente ligados al estilo de placas recortadas típico de tantas arquitecturas de Compostela, destacan algunos elementos iconográficos, símbolos jacobeos ligados a la presencia del sepulcro de Santiago: cruces de Santiago, urnas, estrellas.