A lo largo de los siglos y, en particular, en los últimos años con la nueva conciencia de proteger el patrimonio, muchos de los rituales que los peregrinos realizaban en la catedral de Santiago se han perdido o han tenido que cambiar, hoy queremos recordar algunos de ellos.
Entre las tradiciones desaparecidas, una de las más antiguas era la de velar al Apóstol durante la noche, un ritual ligado al hecho de que muchos peregrinos no tenían otro lugar al que dirigirse o donde dormir que la propia catedral. Hasta el siglo XVI la catedral permaneció abierta durante todo el día y toda la noche, alojando a muchos peregrinos en las galerías de los trifolios y otros espacios de la iglesia, lo que permitía que se turnasen rezando y velando la tumba del Apóstol.
Entre los peregrinos que velaron al Apóstol algunas noches se encuentra una célebre reina española: Isabel la Católica. La reina de Castilla peregrinó a Santiago con su marido y, según la leyenda, permaneció días y noches enteras rezando y pidiendo al Apóstol su ayuda para la toma de Granada. Por esta razón, tras la caída de Granada los Reyes Católicos decidieron fundar un hospital de peregrinos para agradecer que sus plegarias hubiesen sido escuchadas. Nació así el gran Hospital Real de Santiago, justo junto a la catedral que, al no tener que alojar más a los peregrinos, comenzó a cerrar sus puertas durante la noche.
Entre los rituales que permanecieron hasta tiempos muy recientes destacan los relacionados con el Pórtico de la Gloria. En particular el de apoyar la mano sobre su columna central o parteluz con la reproducción del Árbol de Jesé, genealogía de Cristo. Otra tradición más moderna e igualmente prohibida en los últimos años, era la de apoyar la cabeza o darse un coscorrón en una escultura del Pórtico conocida como “Santo dos Croques” (santo de los coscorrones); esta figura se dispone detrás del Pórtico de modo que no puede verlo, lo que dio lugar a la leyenda de que se trataría de una representación de su autor, el Maestro Mateo, quien tras firmar su obra en un tiempo en que casi ningún artista lo hacía habría sido inmortalizado de este modo, sin poder contemplarlo, como castigo a su soberbia.
Las tradiciones ligadas al Pórtico de la Gloria eran tan grandes que la columna y la escultura llegaron a estar muy dañados, con sus relieves totalmente desgastados por el contacto con cientos de miles de peregrinos. Fue por esta razón que los ritos hubieron de ser prohibidos, colocándose barreras metálicas que impiden a los peregrinos aproximarse. ¿Es prioritario el rito simbólico o la protección del patrimonio? Este fue un debate que se abrió en esos años y que, creemos, volverá a abrirse cuando las obras de restauración del Pórtico de la Gloria finalicen.