Una mirada de actualidad. Pasado y presente de la declaración del Camino de Santiago como Patrimonio Mundial de la UNESCO (1993-2023).
Manuel Antonio Castiñeiras González
Presidente del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago
El pasado 16 de diciembre se celebró en el Parador Hostal de los Reyes Católicos un acto conmemorativo sobre el XXX Aniversario de la declaración del Camino de Santiago como Patrimonio Mundial. Más allá de los discursos institucionales, se dedicó una mesa redonda a reflexionar sobre la actualidad del “Camino de Santiago” como Patrimonio Mundial”. Fue un momento para recordar lo que somos, dónde estamos y hacia dónde debemos caminar.
En primer lugar, no podemos olvidar que la declaración de la UNESCO de 1993 fue el fruto de un largo proceso de afirmación del valor patrimonial del Camino Francés, cuyo punto de partida está en 1985, cuando la ciudad de Santiago de Compostela se convirtió en Patrimonio Mundial y tuvo lugar en Gante la exposición Europalia, Santiago de Compostela. Mils ans de pèlerinage, en el que Compostela y su camino de peregrinación se convirtieron en la mejor carta de presentación de España con motivo de su entrada en la Comunidad Europea. Cabe recordar que tan sólo dos años más tarde, en 1987, el Consejo de Europa declaró al Camino de Santiago, Primer Itinerario Cultural Europeo, abriendo así las puertas al futuro reconocimiento mundial de la UNESCO. Ambas declaraciones, la de 1985 y 1993, reconocen la identidad única y los valores universales de Santiago de Compostela y del Camino de Santiago a partir de los criterios I, II y VI de ICOMOS:
(I)Por representar una obra maestra del genio creativo de la humanidad: si la Catedral de Santiago de Compostela y su casco histórico constituyen uno de los ejemplos más señeros de “ciudades santas” del globo, el Camino de Santiago, de Roncesvalles a Compostela, es un magnífico conjunto de patrimonio construido creado para satisfacer las necesidades de los peregrinos, pues iglesias, hospitales, albergues, puentes, fuentes y todo tipo de infraestructuras jalonan desde la Edad Media el trazado del Camino.
(II) Por impulsar un importante intercambio de valores humanos en un largo espacio de tiempo o área del mundo: si el santuario jacobeo ejerció durante los períodos románico y barroco una influencia decisiva en el desarrollo del arte y la arquitectura, tanto en Galicia, como en el norte de la Península Ibérica; el Camino de Santiago desempeñó un importante papel en la conexión cultural entre la Península Ibérica y el resto de Europa, que abarcó el arte, el comercio y el desarrollo urbano.
(VI) Pero, sin duda, el valor más trascendente es que ambos -ciudad y camino- están directamente asociados a tradiciones vivas y creencias de significado universal: sin la milenaria y masiva peregrinación a Santiago, una ruta de la fe, no hubiese sido posible la erección de su gran catedral románica o la construcción de la identidad europea.
A veces nos olvidamos de que esas declaraciones no son inamovibles, pues afectan a ciudades y espacios en continua transformación. Si las vemos como triunfos o conquistas de una identidad o de un legado colectivo, debemos también entender que su cuidado conlleva compromisos y deberes. En 1998, los cuatro caminos de Santiago en Francia citados en el libro V del Liber sancti Iacobi -la via turonensis o de París, la via lemovicensis o de Vézelay, la via podiensis o de Le Puy, y la via tolosana, fueron también declarados Bien del Patrimonio mundial, si bien en el país galo esta declaración afectó solo a los monumentos y no al camino en sí mismo, salvo algunos tramos excepcionales. En 2015 se completó en el caso español la declaración de Patrimonio Mundial, Camino de Santiago, que hasta entonces sólo incluía el Camino Francés, con las cuatro rutas de los Caminos del Norte (Camino Costero, Camino Primitivo, Camino Lebaniego y Camino interior Vasco-Riojano).
A ello cabe añadir el caso de Galicia, que preocupada por reconocer y proteger las rutas históricas a Compostela en su territorio creó en 1996 la “Ley de los Caminos de Santiago”, en el que se diferenciaba entre el Camino Francés como “Bien de Interés Cultural” y, por lo tanto, protegido, y las otras rutas gallegas, que se considerabn “bienes catalogados”, pero en las todavía había que acometer su delimitación y deslinde. Como resultado de este largo proceso de afirmación y reconocimiento en el año 2016, se aprobó la Ley de Patrimonio de Galicia, que estableció finalmente como rutas de peregrinación, diez caminos, siguiendo el criterio de que su historicidad estaba bien documentada: el Camino Francés; la Ruta del Mar de Arousa y Río Ulla; el Camino Primitivo; el Camino del Norte; el Camino Inglés; el Camino Portugués; el Camino Portugués de la Costa; el Camino de Invierno; la Vía de la Plata o Camino Mozárabe; y el Camino de Fisterra y Muxía.
Esta explosión de caminos y reconocimientos legales ha comportado y comporta no pocos problemas. En primera instancia, obliga a las instituciones a su protección, estudio y difusión. Este desafío es una obligación que requiere un gran esfuerzo debido a las transformaciones que el Camino ha sufrido en las últimas décadas. Desde 1993 la ruta jacobea se ha convertido en un fenómeno global, y no simplemente europeo, lo que ha ocasionado, en los últimos años, que algunos tramos, especialmente los gallegos que se benefician de los 100 km que reconoce la Compostela, estén a menudo colapsados. Por otra parte, el éxito de la peregrinación contemporánea ha generado una presión sin igual por parte de ayuntamientos y diputaciones para reconocer otros caminos a Santiago, o incluso para variar trazados históricos bien documentados en beneficio de intereses comerciales y turísticos. Por último, no podemos olvidar que la presión sobre algunos cascos históricos, como es el caso de la ciudad de Santiago de Compostela, ha generado en una parte de la población una peregrinofobia que deberíamos analizar con detenimiento, ya que habría que encontrar soluciones consensuadas entre instituciones y los distintos agentes sociales, en los que prime el respeto patrimonial y la convivencia sobre los intereses económicos.
Por eso debemos estar alerta, pues al haber convertido el Camino de Santiago en una marca de gran éxito, su explotación en exceso puede conducir a la destrucción de la gallina de los huevos de oro. Evidentemente, debemos volver la vista atrás y analizar los ideales sobre los que se sentaron las bases del renacimiento contemporáneo del Camino: por un lado, la titánica labor de Elías Valiña y las asociaciones jacobeas por recuperar las vías históricas, por otro, la investigación sobre el fenómeno de las peregrinaciones que desde 1992 lidera el Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, cuyo cometido no es otro que estudiar y difundir el legado jacobeo en todos sus aspectos y asesorar a la Xunta de Galicia en la toma de decisiones sobre dicha temática.
Si hablamos de patrimonio, debemos de ser conscientes que el significado de la palabra ha cambiado en los últimos treinta años. Patrimonio no es solo patrimonio construido y mueble, sino también el entorno natural, formado por el paisaje y la naturaleza. Patrimonio es también el legado inmaterial del camino: la hospitalidad, la espiritualidad y la hermandad universal. Mimar esos valores hará que el camino sobreviva. Muchos peregrinos actuales buscan ese legado: unos caminan porque aman la naturaleza o el deporte, otros ansían la desconexión del mundo que supone el Camino para huir del stress de la civilización actual o de una crisis personal, y algunos encuentran en el desafío de esta mágica ruta milenaria repleta de sacralidad la respuesta a sus inquietudes espirituales. De ahí, que el Camino de Santiago se haya convertido en un fenómeno global, atractivo para gentes de diferentes naciones, culturas, religiones y credos.
En este sentido, vale la pena revisar el Plan Director de los Caminos de Santiago 2022-2027 aprobado por la Xunta de Galicia, en el que se sientan las bases de la evolución de la ruta hasta el próximo Año Santo 2027. En él se establece la necesidad de proteger el entorno paisajístico y natural de muchos de los tramos de las rutas jacobeas, con la extensión de tramos no asfaltados en el trazado, así como un plan para la restauración de bienes patrimoniales que puedan ser usados como infraestructuras del Camino. Además, se insta a las autoridades competentes a facilitar la entrada en iglesias y monumentos a lo largo de la ruta. Esperemos que ello sea un acicate para detener algunas amenazas que se ciernen sobre nuestros caminos, como la proliferación de los parques eólicos, que destruyen la magia del paisaje, la imposibilidad de disfrutar del patrimonio milenario del camino debido al cierre de los monumentos, o simplemente la falta de proyectos culturales destinados a la concienciación sobre este legado universal.
Ciertamente todos debemos hacer un esfuerzo, la sociedad y las instituciones. Obtener el reconocimiento implicó deberes y obligaciones. En el caso del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, órgano que asesora a la Xunta de Galicia en esta materia, hemos sabido evolucionar para dar respuesta a esos nuevos retos. De una composición estrictamente europea de nuestros miembros en los años 90 hemos sabido evolucionar a un comité más global, que entre miembros y correspondientes, aúna representantes de 10 países (España, Portugal, Alemania, Francia, Italia, Polonia, EE.UU, Brasil, Chile y Japón) y tres continentes (Europa, América y Asia). De la misma maneram de un perfil fundamentalmente histórico, artístico y filológico, hemos pasado a incorporar otras sensibilidades que respondan a los nuevos tiempos: el turismo, la economía, la religión, la geografía, o los medios de comunicación. Todo ello nos permitirá afrontar los desafíos del futuro con más sabiduría y cuidar ese precioso bien patrimonial que nos ha legado el pasado: el Camino de Santiago.