Vivo en California y soy profesora de inglés, pero también escribo, he escrito poesías para niños y he publicado en algunas antologías, también he escrito poesía sobre mi experiencia y continúo escribiendo. En mi poesía hablo de ese seguir las estrellas y compartir una identidad con la gente que ha recorrido el Camino a lo largo de la historia y de sentir una identidad común, de todas esas almas que han caminado por mismo Camino, que han hecho el mismo recorrido.

La primera vez que oí hablar del Camino fue en 2008, en la televisión, un programa de viajes, entrevistaban a Nancy Frey, quien escribió un libro sobre el Camino. Leí el libro y decidí que quería hacer el Camino. En aquel momento estaba cuidando a mi madre, se estaba muriendo, murió en 2010, mi madre era muy católica y conocía el Camino por esa razón, hablamos del proyecto y le dije que quería hacerlo. En aquel momento no era posible, pero mi madre me dijo: hazlo por mí.

Mi primer Camino fue en 2014. Lo hice sola, vine desde California y comencé en Saint-Jean-Pie-de-Port. Me había preparado mucho, mentalmente, físicamente, espiritualmente. Tenía 60 años y estaba sola, pero me había tomado el tiempo necesario para hacerlo. Era una doble promesa: hacerlo por mi madre y hacerlo por mí misma. Era una especie de cura, había cuidado a mi madre seis años y esa había sido una experiencia muy fuerte.

Encontré una amiga en el Camino ya el primer día, una mujer de Wyoming, ella vive en California y desde entonces caminamos juntas, hemos hecho tres caminos juntas. En realidad encontré una familia en el Camino, un pequeño grupo, pero también -después de diez días- comprendí que quería hacer mi propio Camino, por eso desde Burgos seguí sola. Por eso desde Burgos fue mi Camino, cada experiencia fue mi experiencia. Pero también caminando sola encontré a mucha gente.

Recuerdo que caminaba dejándome ir, día a día, sin tener las cosas programadas, preguntaba a los hospitaleros sobre la etapa del día siguiente, pero me dejaba ir. Esto ya era algo muy diferente de mi vida en casa, una vida en la que siempre ocurre lo mismo y todo está muy organizado. Lo viví como una completa liberación individual. Entonces, caminando sola de esa manera, comprendí que ese Camino me permitiría volver a mi vida, a mi libertad, dejar aquel período de cuidados atrás… Fue una experiencia profunda, muy profunda.

Cuando llegué a Santiago estaba muy cansada y tenía todavía pendiente un tiempo en París y viajando por otros lugares, creo también aquella parte del viaje fue un desafío. Sentí una gran confianza en sí misma, me di cuenta de lo fuerte que soy. Aprendí a no tener miedo y a tener confianza en mí misma. Confías en el Camino y sientes que estás protegida.

Cuando era pequeña mis padres fueron a México y compraron una pequeña escultura que tenían en casa, en mi Camino, en Pamplona entré en una iglesia y vi la misma estatua de un Sagrado Corazón y de algún modo sentí mis padres estaban conmigo. En general, en España y en el Camino siento como si mis padres estuviesen conmigo. Quizás tiene algo que ver mi historia familiar, mi bisabuelo era de Salamanca, uno de cinco hermanos que dejaron España a finales del siglo XIX haciendo que ahora yo tenga familia en todo el mundo, una familia que está conectada gracias a Internet.

Mi segundo Camino fue con mi amiga y fue también el Camino Francés, desde León, fue un muy buen Camino. Me divertí y me sentí confortable, sin perder mi propia libertad. Fueron sólo dos semanas pero fue una experiencia muy importante para mí, lloré mucho en ese Camino, mientras que la primera vez no.

Ahora acabo de recorrer mi tercer Camino, fue un Camino muy diferente. Caminé con tres mujeres americanas, no lo haré más porque he comprendido que es difícil. Las otras peregrinas lo vivían en un modo diferente y surgieron dificultades, por ejemplo me resultó difícil mantener conversaciones con una de ella muy conservadora… Pero también físicamente es muy difícil adaptarse al ritmo de los otros, hay que ir más despacio si los otros son más bajos… Empezamos nuestro Camino en Porto y para algunas el calor fue también una dificultad, en realidad la dificultad era avanzar juntas. Yo organizaba, hacía las reservas… y por esta razón no podía sentir la libertad que había sentido en el pasado.

Querría hacer mi próximo Camino dejándome, gozar del Camino, de España, de hablar con la gente que vas encontrando… Quiero volver a España pero no sé si podré caminar del mismo modo, si tendré todavía la forma física para recorrerlo a pie, quizás con un coche de apoyo… o tal vez podré caminar, pero sabiendo que mi forma física no es la misma.

Para mí el Camino fue una transformación, para otros es más un desafío, pero para mí es sobre todo una transformación: cambia cómo ves el mundo, cómo ves a la gente, te vuelves más compasiva, te vuelves más humilde, sabes ponerte en el lugar de los otros porque has tenido que ser ayudada muchas veces.

Hacer el Camino sola es una liberación. Vivo sola y, aunque tengo una hija ya adulta que vive en la casa de al lado, estoy habituada a hacer las cosas sola, a tomar mis decisiones. Por eso no siempre es fácil caminar con otros, pero disfruté mucho tanto caminando sola como cuando lo recorrí con una amiga.

En esta experiencia viví un momento de mucha emoción en Porto, tengo una hermana mayor que está muriendo y allí entré en la catedral para rezar y dedicar de algún modo mi Camino a ella, me sentí muy conmovida y creo que haber hecho el Camino podrá ayudarme a estar cerca de ella a mi regreso.

Respecto a ese regreso, la experiencia que has vivido siempre queda contigo, aunque es verdad que sientes la dificultad de adaptarte de nuevo a la vida cotidiana, piensas: ¿qué es esto comparado con el Camino? Pero sabes que puedes seguir adelante, como en el Camino, sientes una confianza enorme después de esa experiencia.