Había oído hablar del Camino, sabía que estaba muy bien, que había albergues y me interesaba la posibilidad de recorrerlo. Quería organizar un Camino pero tenía que ser con mi perro, necesito mi guía porque soy ciego.

Surgió así mi primer Camino, era el año 2004. Éramos cuatro personas, tres con perro-guía y un cuarto que veía un poco más y no llevaba perro, él se encargaba más de seguir la señalización, aunque, sobre todo, más tarde contamos con la ayuda de una pareja que conocimos y caminó mucho con nosotros.

En aquella ocasión tuvimos algún pequeño problema con los albergues, pero no demasiados. La verdad es que en nuestros caminos –luego han sido muchos- nunca hemos tenido problemas por llevar con nosotros perros guías. Íbamos a los albergues públicos, sabíamos que con nuestra problemática podemos hacer reservas y alojarnos con nuestros perros. Nunca tuvimos problemas.

En nuestro primer Camino éramos un pequeño grupo de amigos pero, pero decidimos seguir recorriendo el Camino cada año y, poco a poco, se fue uniendo a nosotros más gente, hasta conformar un grupo más grande que fluctúa entre 19 y 22 personas, lo que nos ha obligado a organizarnos bien.

La mayoría somos madrileños, yo diría que el 90%, pero también se han incorporado peregrinos con nuestra problemática de otros lugares de España, por ejemplo de Galicia. Solemos caminar durante una semana, variamos mucho, recorremos tramos muy diversos: hemos caminado mucho en Galicia, recorrido Castilla e incluso las primeras etapas desde Saint-Jean-Pied-de-Port.

Son ya muchísimos caminos los recorridos… Siempre en abril o mayo, salvo este año 2020! A causa del Coronavirus y el confinamiento tuvimos que esperar, pero al final fuimos en octubre.

Este años teníamos claro cómo estaban las cosas, pero aunque somos un grupo, funcionamos como convivientes y esto lo facilita. Muchas personas, eso sí, decidieron no venir porque tenían miedo, pero otros decidimos que sí y fuimos, conociendo las circunstancias y los riesgos, sin negar la realidad. Al final fuimos 5 personas

El Camino te enseña a ser flexible con todo y también con lo que ocurre este año, te adaptas, te vuelves más flexible, duermes donde puedes, haces lo que te toca y con agradecimiento, de modo que funciona como una enseñanza también para una pandemia. El Camino te enseña a asumir que las cosas son así.

Al ser tan sólo 5 personas, hemos podido caminar sin demasiada organización, alojándonos a veces en pisos de alquiler, sobre todo porque los albergues públicos en Galicia estaban cerrados y con nuestra problemática y los perros guías nos pareció más fácil recurrir a los pisos… De todos modos, para nosotros los albergues privados no suelen ser un problema, de hecho aunque reservemos sin decir que llevamos perro guía nunca nos ponen problemas al llegar con ellos, eso sí, lo ocultamos a veces al reservar porque si lo comentas es más fácil que te pongan algún problema… pero sin decirlo te aceptan. Con los púbicos ya sabes que no tendrás problemas y que tienen más experiencia con perros guías.

Para mí este grupo y a experiencia del Camino ha sido y es muy importante. En el Camino encontré una aventura, es una aventura, como jugar a con una video consola pero es real, quiero decir que es un recorrido a lo largo del que vas encontrando mil situaciones, vas viviendo muchas experiencias y palpándolo todo paso a paso…

Gracias al Camino creo que conozco muy bien Galicia. Para mí, sin el sentido de la vista, el Camino y Galicia son olores, olor a naturaleza, a una cierta comida… también un frescor, el frescor del bosque cuando lo atraviesas, el “orballo”, la humedad… Notas muy bien el paso de la sequedad de la meseta de Castilla al frescor gallego… Y también están sus gentes, su forma de hablar, su estilo.

Por otro lado me gusta también mucho Castilla, que para mí es una experiencia muy diferente. En Castilla sientes una gran soledad y exposición, en las tierras de Burgos, en Palencia… No hay curvas, el Camino avanza recto, en largos tramos rectos que invitan a la reflexión y en los que sientes el viento de la meseta, que te da todavía más sensación de soledad, y oyes menos a los otros caminando por esos parajes… Sí, estás más solo en la meseta.

Además de todas esas experiencias, con el Camino he aprendido a organizarme mejor y de un modo que me ayuda en el resto de las actividades de mi vida. Al principio perdía muchas cosas en el Camino, vaciaba la mochila y luego olvidaba cosas, las perdía, pero poco a poco fui aprendiendo a organizarme más, asumí que si no ves tienes que ser doblemente organizado.

La verdad es que me he enganchado al Camino. En el grupo de amigos hay algunos con tradición y que repiten, yo he ido siempre, a todos los que hemos organizado desde 2004. De algún modo este año tan complicado fui yo quien tiró de los demás y al final fue particularmente bonito, aunque también raro. Por un lado éramos un grupo pequeño y eso hizo fácil que nos relacionásemos con la gente de fuera del grupo, pero la verdad es que con el tema del Covid-19 las relaciones eran más frías… Además elegimos el Camino Portugués de la Costa y nos encontramos sobre todo con extranjeros, era otoño y había más extranjeros que españoles, pero eso no era un problema, sino el distanciamiento social que impone el Covid-19.

Pero, como ya he dicho, descubrí también cosas positivas este año, creo que sobre todo volver a caminar con un grupo pequeño, porque últimamente éramos demasiados y este año pudimos caminar mucho mejor, pero también utilizar apartamentos por precios razonables, hemos comido muy bien, atravesado playas muy bonitas… ¡Y el tiempo! Pudimos bañarnos en la playa en octubre, aunque bueno… el agua estaba helada, la gente hacía surf con neopreno y nosotros nos bañamos sin él, fue una pequeña locura pero nos quitó el cansancio totalmente.

En el Camino de la Costa había muy poca gente y en los campings que en Portugal se ofrecen a peregrinos no veías ni sentías tanto el Camino, luego sí, en los albergues, sobre todo al llegar a Redondela, cuando se unen los peregrinos del Central. ¡Por fin sentimos ese ambiente de peregrinos! Y también en Santiago, aunque ahí es donde está la nota triste de este año, muchos bares y lugares de Santiago estaban casi escasos en productos, te decían que no sabían si tendrían que cerrar al día siguiente y apenas tenían cosas, y sentíamos que todo estaba muy vacío… En Portugal sentías una cierta normalidad, gente en la calle, locales abiertos hasta tarde… pero la llegada a Compostela coincidió con un momento de restricciones y fue más difícil.

En cualquier caso hemos vivido muchas aventuras en el Camino de la Costa, que está señalizado pero creemos que no muy bien… Llevábamos GPS y aunque íbamos bien orientados a veces nos perdíamos, como había pocos peregrinos a quienes preguntar era más difícil. Y así, con menos peregrinos a los que recurrir, se convirtió también en el año de la tecnología, conseguimos nuevas aplicaciones… Pero también en ellas echamos de menos mapas que sigan verdaderamente el Camino.

Respecto al futuro… Pienso seguir, pensamos seguir, tenemos un grupo de WhatsApp. Digamos que trabajamos casi como una asociación, somos un grupo estable con una cena anual a la que llevamos propuestas (aunque este año no pudimos tenerla) y en la que elegimos el Camino de la siguiente primavera. Solíamos hacer esa reunión en febrero y a partir de ese momento nos repartimos las etapas para organizarnos… Ese fue el funcionamiento hasta ahora y espero que seguirá siéndolo.

En el 2020 hemos visto que querer es poder, siguiendo unas cuantas medidas se puede hacer el Camino y también disfrutar. Para mí caminar este año ha sido un relax para el cuerpo y para la mente, una gran desconexión.