Esta ha sido nuestra primera experiencia. Lo decidimos hace cosa de un mes, los dos teníamos tiempo libre y queríamos vernos y hacer algo juntos, algo diferente. El Camino de Santiago nos pareció una experiencia interesante, más todavía en tiempos de Coronavirus, nos interesó la posibilidad de hacer una ruta caminando por sitios por los que no solemos pasar, porque normalmente pasamos en coche, pero no entramos en las poblaciones, mientras que en el Camino la atraviesas, hablas con la gente, conoces más cosas del lugar y la mentalidad de las personas.

A veces hacemos senderismo, pero no teníamos ninguna experiencia de algo similar al Camino. Mi cuñado hizo el Camino y me había comentado su experiencia con el Primitivo, nos apetecía mucho vivir algo similar, pero al final nos decidimos por el Camino Portugués Central.

¡No podíamos imaginar que ya el primer día tendríamos ampollas gigantes! En ese sentido, el nuestro ha sido un Camino con bastante sufrimiento, porque las lesiones hicieron bastante difíciles las cosas, pero aun así desde luego que valió la pena. La relación con la gente en los hostales y en los albergues compensaba todo lo malo. Nuestra experiencia con el problema del Coronavirus, fue la de encontrar menos gente caminando, pero, a la vez, un trato muy familiar, en los albergues y hostales del Camino te trataban como a familia, llegabas con dolor, pero te olvidabas enseguida por el trato que recibías.

La verdad es que tuvimos problemas, pero siempre seguimos, supimos seguir, nos costó al principio por los dolores, pero siempre intentábamos animarnos uno al otro y lo conseguimos. Nos reíamos mucho de todo, nos animábamos el uno al otro, como peregrinos resultamos ser un poco “los locos del Camino” porque siempre estábamos riendo y haciendo reír a los demás. Además, no sólo compartimos nuestras experiencias y bromas con los otros peregrinos, también con nuestros amigos, cada día hacíamos una especie de videos que les enviábamos, le pusimos un nombre: “radio Camino” le llamábamos, una emisión para compartir todo con los amigos.

No sólo la relación con la gente nos ayudó, las cosas buenas compensaban las lesiones y problemas eran también otras cosas muy simples que íbamos encontrando cada día y que son un espectáculo: parras de vino, riachuelos…

Respecto a los peregrinos, en Portugal había poca gente, pero conocimos a algunos: una pareja de daneses, dos españoles de Madrid y dos alemanas que nos han acompañado casi todo el Camino. En la parte española había mucha más gente e hicimos muchas amistades, por ejemplo, con una pareja valenciana con la que volvimos a reencontrarnos días después y finalmente también en Padrón.

Realmente los pocos peregrinos que estábamos en el Camino conformábamos una familia, te acercabas más a la gente y era como estar en familia. Por ejemplo, ayer por la noche, cenando en Santiago conocimos a un grupo de Almería, gente muy mayor, y estuvimos juntos. Saludarse en el Camino, saber que somos peregrinos basta para estar juntos, se establece como una hermandad entre peregrinos, eso es lo que sentimos: una fraternidad entre peregrinos.

También es importante la solidaridad. Si ves a alguien que va mal te paras con él e intentas ayudarle, nosotros vimos que hay gente que sufre y algunos que lo dejan, queríamos ayudar. En nuestro caso llegamos con los pies mal, llenos de ampollas, pero muy bien de moral, había que llegar y lo hicimos.

Sufrimos un poco por ser principiantes, por ejemplo, empezamos con mucho peso en la mochila, con malos horarios de comida… El día que caminamos desde Barcelos a Ponte de Lima, nos encontramos preguntándonos uno a otro: ¿cuántas veces has pensado en dejarlo hoy? Los dos sufrimos mucho, pero cuando terminábamos la etapa y recuperábamos energías, nos reíamos tanto, que ya cambiamos totalmente nuestra visión del Camino. En la etapa de Barcelos Pedro no hacía más que decir “ya estamos en Ponte de Lima” y Nico amenazaba “yo cojo un taxi, no puedo más”… Cuando faltaban dos kilómetros para el albergue, estábamos tan mal que comprando agua la señora del bar nos vio tan mal que nos hizo un regalito, más tarde volvimos a ese lugar a cenar y ella nos trató de maravilla, su trato nos compensó de todo el dolor. Ese fue nuestro Camino: sensaciones, vivencias, palabras de cariño, sonrisas, conversaciones con la gente de los pueblos.

También hemos notado la diferencia entre Portugal y España, en Portugal no había muchos peregrinos, pero la gente de los pueblos tenía un deseo enorme de hablarte, en todas partes, también los escasos peregrinos. Algunos te hablaban con tanta emoción que llegaron a emocionarnos. En España había más gente y la amabilidad fue igual de grande en los hostales y los albergues, pero en los pueblos no había tanta interacción como en Portugal, allí fue increíble. Poder recorrer dos países en un Camino es importante, aprender a comunicarte y, en nuestro caso, siendo uno portugués y el otro canario, a ver el país que atraviesas con los ojos del otro.

Fue una experiencia increíble, sin masificación este año, con una tranquilidad enorme, pero también con la posibilidad de encontrarte a gente que no desconfiaba, que te quería saludar y acoger. Y con un elemento importante de superación y reto cumplido, desde el comienzo fue así pero también al final: los últimos 23 kilómetros de Pedro fueron cojeando, parecía imposible que llegásemos… pero al entrar en Santiago ni bastón ni nada, ¡empezó a caminar como si no tuviese nada! Y entonces fue espectacular llegar a la plaza del Obradoiro y tumbarnos en el suelo a mirar la catedral.

Es importante alcanzar ese reto, cumplirlo, haber llegado a pesar de todo, pero todavía más el lado humano, desde el punto de vista humano han sido días espectaculares: te echo una mano, siempre una sonrisa, siempre intentar ayudar… La fraternidad durante el Camino es con lo que nos podemos quedar. Daría para escribir un libro, tuvimos experiencias increíbles, pero lo central fue eso: la experiencia de encontrar a la gente y la experiencia de nuestra propia amistad que nos sostuvo. ¡fue increíble! Una experiencia importante, que deseamos compartir con amigos y familia, con mi hijo de 15 años que espero que lo hará un día (Nico).Y aprendimos una buena lección: a pesar de las ampollas y el sufrimiento creemos que todo es mental, ¡es todo mental!